miércoles, 20 de agosto de 2008

Dicen que el tiempo no para

Esperando el grandioso acontecimiento de que pasara mi ómnibus, después del clásico escaneo a las revistas del kiosco, ver cómo cambiaron las luces del semáforo cincuenta veces y dar treinta vueltas en círculos preguntándome “¿por qué pasa el ómnibus de esta persona que recién llegó y yo estoy convirtiéndome en fósil acá hace media hora?”, pasé a ser intrusa silenciosa de la conversación que se llevaba a cabo en mis cercanías (o sea, estaba aburrida y me puse a escuchar). Eran una mujer y un hombre, jóvenes:
Ella: ¿cuándo nos vamos a juntar para hacer algo?
El: Eee..no sé..ando muy ocupado…un día de estos.
Ella: Eso mismo me dijiste hace un año, cuando nos cruzamos también de casualidad acá.
(Voy a evitar las cientos de hipótesis que pueden explicar los motivos reales de lo dicho por estas personas en su contexto de vínculo, el cual evidentemente ignoro)
Parece que “ando muy ocupado” y “un día de estos” son expresiones tan comunes y gastadas hasta el cansancio que podría decirse que desconocemos su significado. Pueden compararse a algo que en principio tenía su razón de ser pero la repetición lo ha llevado a una mera acción refleja, a una naturalización. Es lo que sucede con el tiempo: la medición del tiempo permite organizarnos, controlar (dentro de ciertos márgenes) nuestras tareas; pero la sobrecarga de actividades, la aceleración frenética (impuesta involuntaria o voluntariamente en nosotros) de cuanto más rápido, mejor, y cuanto más hagamos, más vamos a saber o cuanto más tengamos, mejores vamos a ser, nos deja sometidos al tiempo. Ya no somos nosotros que lo controlamos a él, es él que nos controla. Y es entonces cuando “estamos muy ocupados” siempre y la respuesta es “un día de estos”. Todos sabemos la extensión de nuestras familias y amistades y cómo llevarnos (aproximadamente por lo menos) con ellas, algunas se manejan con la gran “un día de estos” pero las que no…¿hace cuánto no las vemos?


Silvana